Los cuerpos desaparecidos están en el umbral entre el vacío (la muerte) y la búsqueda. Los recuerdos son luces que permanecen e iluminan la oscuridad del espacio. En el dolor suspendido del duelo sin cuerpo, la imagen familiar acoge y reconforta como un faro que guía hasta el encuentro imaginado que se alimenta de las memorias. Víctimas indirectas sin tumbas que visitar, ni sitios para rezar y conmemorar a sus seres queridos. El recinto de la memoria como una expresión que honra la vida y la presencia, logra unir, tejer, narrar y representar la violencia que se vivió y aún se vive, constituyéndose en un escenario para el no-olvido, la resistencia y la reivindicación. Esta obra se encuentra en el Museo Casa de la Memoria, uno de los pocos espacios en donde se exhiben presentaciones institucionales de colectivos, comunidades, individuos y académicas. Un lugar donde las luces se conectan.