En un plano amarillo hay un niño solitario de pie. Lleva un vestido grande para su tamaño: Casco militar, uniforme café desabrochado y botas que deforman sus pies. Está despeinado, tiene el rostro manchado, sin sonrisa y con una mirada triste que indaga al espectador de la obra. Esta es una de las tantas otras historias: “Mataron mi hijo y eso se quedó así, desaparecieron mi hija y eso se quedó así…mire todo el tiempo que llevo yo sin saber de mi niña, esto a mí me ha dado muy duro”*. Y en otro relato, una niña dice: “…Tenía que matar a una señora…yo lloraba y le decía al comandante: "no, mi comando, yo no hago eso, yo no voy a matar a nadie". Él me respondió: Si no la mata, tiene que morirse usted". …Y, pues lo hice. Fuí y la maté…”**. NO MÁS es la consigna torpe y a mano alzada de la banda amarilla que atraviesa el pecho del muchacho de la obra, sin medallas ni triunfos. No más niños y niñas reclutados, no más niños y niñas desaparecidos, víctimas y victimarios, enseñados a sobrevivir y a matar.
Referencias
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Líder de Víctimas de Medellín, comunicación personal octubre 8 de 2021.
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González Uribe, Guillermo (2002). Los niños de la Guerra. Barcelona: Planeta